jueves, 30 de junio de 2011

SUCEDIO UNA NOCHE

Sucedió una noche cuando la tormenta se manifestaba con violencia. La lluvia caía copiosa y ferozmente. Dentro, Nicolás se acurrucaba en el sofá con las mantas al calor de la chimenea. Había llovido casi todo el día y apenas había salido a la calle. Esperaba terminar el capítulo de la novela que le tenía en vela para irse a dormir. Se sentía cansado y enfermo. De pronto, sintió que alguien merodeaba afuera, en su jardín. Se levantó y al mirar por la ventana vio unas sombras moverse entre los arbustos. Aquellas sombras se asemejaban al cuerpo de un hombre. Alarmado, pensó un instante en llamar a la policía, pero era muy tarde y además parecía ya que aquel hombre se marchaba.
“Será un vagabundo que viene a guarecerse de la tormenta y del frío”, pensó. Pero, pese a que ya no lo podía ver en el jardín, Nicolás sentía que aquel intruso aun estaba cerca, muy cerca, lo sentía dentro de la casa así que se aseguró de que todas las ventanas y puertas estuvieran bien cerradas y entonces, subió a su habitación. La puerta estaba cerrada, lo cual le resulto extraño ya que juraría que la última vez que salió la había dejado entreabierta. El miedo empezó a invadirle, el corazón le latía con fuerza y al poner su mano en la manilla para abrirla, notó que estaba temblando. Estaba aterrorizado. “Cálmate Nico, cálmate. No pasa nada, no hay nadie ahí dentro, no puede haber nadie, la puerta se cerró con la corriente” se decía. Pero la puerta no se podía abrir, alguien había echado el pestillo por dentro, lo cual era imposible a no ser que... En ese instante sonó su móvil. Lo había dejado dentro. Nicolás, presa del pánico, no entendía que estaba pasando y decidió que lo mejor sería avisar a la policía. Tal vez, el hombre del jardín había conseguido entrar a su habitación por el balcón. El teléfono no paraba de sonar. Cuando se disponía a bajar las escaleras, oyó claramente que alguien pulsaba el botón de su móvil para contestar. “¡Dios mío!”, pensó aterrorizado y una voz, que le sonó terriblemente familiar, le llegó a sus oídos: “Dígame. No, Nicolás no puede ponerse en estos momentos, no está en condiciones de...” No pudo escuchar más. Corrió escaleras abajo y salió a la calle a pedir auxilio. Pero, cómo explicar aquello, cómo explicar a algún vecino o a la policía semejante disparate. Y es que la voz que escuchó contestar a su móvil era la suya...

Alexis Romero Lozano.

1 comentario:

  1. Hola, pero si participas en el concurso de Zenda, como podrás comprobar en las bases, no has puesto la palabra México en ninguna parte.

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